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jueves, 28 de octubre de 2010

Continuación 2/1

Me levanté, había una amplia pradera recubierta de adoquines. Sabía que era campo, porque entremedias se veía algo de vegetación. Miré hacia la izquierda y a la derecha, el horizonte se metía hacia arriba sin mucha explicación. Cuando volví a mirar a la izquierda había un suelo ajedrezado rojo y negro. Empecé a andar sobre él, la sensación era de seguridad. Caminé durante horas, o eso me pareció a mí. En el camino pasé varias gasolineras, algún prostíbulo y un par de parques – “Me podía haber parado a descansar” – pensé. Pero el caso es que no estaba cansado, de hecho, me sentía como hacía muchos años, joven y fuerte. En el aire silbó, como el sonido de una bala, un espejo que se dirigía hacia mí volando. Se paró delante de mí y me vi reflejado en él. Se veía mi cuerpo, mi pelo, mi ropa, pero no mi cara. Ahí fue donde descubrí que tenía una herida en el abdomen. No recordaba cómo me la había hecho. Me senté en un taburete de madera, alto, de esos de tasca de pueblo vieja. Miré a mí alrededor de nuevo.

Empecé a sentir nauseas, como de una borrachera horrible. Pero era como si no pudiese vomitar y quedarme tranquilo. Todo empezó a dar vueltas, se me petrificaron las extremidades, no podía moverme, cerré los ojos para intentar parar aquello, pero todo giraba más y más rápido. Apreté fuerte mis párpados y en mi cabeza resonó mi alarido de locura. Todo se paró.

Aun con los ojos cerrados la sensación era muy distinta. Me dolía el cuerpo y tenía frío. Me di cuenta que tenía el pelo mojado. Lo toqué con mis dedos e intenté abrir los ojos para verlo. El pelo lo tenía mojado de sangre roja, ¡mi sangre! Me sobresalté e intenté abrir los ojos más, pero un intenso dolor en la ceja izquierda no me dejaba. – “¿Ya volviste con los vivos?”  – Escuché cerca mía – “Por un momento pensé que eras tan nenaza que te me habías muerto de miedo. ¿Has hecho memoria de lo mío? “

Sabía que estaba allí desde hace un rato, pero seguía sin recordar porqué. Empecé a fijarme que olía a tabaco, pero no un tabaco cualquiera, era denso, muy denso… ¡Vaya tontería! Pensé al darme cuenta de que tenía cosas más importantes que fijarme en el olor a tabaco de la sala. El tío de la voz, al cual no conseguía ver la cara por las sombras de la lámpara, se acercó de nuevo hasta mí – “Mira esta foto, a lo mejor haces memoria”

En la imagen aparecía una casa grande, bonita y blanca, tenía la sensación de conocerla pero tenía lagunas. – “¿Yo vivo ahí?” – Balbuceé entre mis labios hinchados. – “¡Más quisieras tu…!” – La frase fue cortada por una segunda voz más grave que la otra, detrás de mí – “Ahí quien vive soy yo y lo que buscamos es mío”.