Mi
mente seguía sin recordar nada... por mucha presión que me metieran física o
psicológicamente, no había nada que hacer. -¿Por qué no me dicen que
están buscando y así acabamos cuanto antes? Dije tímidamente. –Tú lo sabes, ¡haz
memoria de una vez! Gritó la voz grave detrás de mí.
Pensé
que era inútil, que por muchas vueltas que le diese esta conversación se
alargaría horas y más horas y nada sacaríamos en claro. Mientras intentaba repasar
mis últimos recuerdos, chequeaba cada una de las extremidades de mi cuerpo,
sentía todo y nada a la vez. - Enseñarme de nuevo la foto de esa casa. Exclamé.
Era
una fachada como muy colonial, de esas con grandes columnas blancas que hacen
de pórtico y ventanas grandes con contraventanas de madera. Un recuerdo rápido
llegó instantáneamente. Era yo de niño, jugando en ese porche a contar las
estrellas tumbado en el balancín. Balancín… volví a la foto, no había balancín
¿Sería lo que buscaban? ¿Para qué querría yo un balancín de hierro oxidado
antiguo...? – Algo ha recordado, mírale la cara. ¿No es así? Levanté la vista de
nuevo buscando las voces que oía. ¿Y cómo explicaba lo del balancín? Ese
recuerdo no servía para nada… o sí… no había forma de saberlo y mi cabeza seguía dándome vueltas.
-Deberías
ya saber que no nos gusta esperar y que tampoco nos gusta que el personal se “vaya
de rositas” en un tema como est… la voz paró en seco. Un rugido ensordecedor
venía del exterior y a juzgar por cómo hicieron silencio no eran buenas
noticias.